Hoy murió el presidente de mi país, Hugo Rafael Chávez Frías.
Para mí, no hay celebraciones; no celebraré la muerte de ningún
ser vivo, por más daño que haya hecho al mundo, porque ya perdió lo más
importante que tenemos todos: la vida.
Mis críticas a este gobierno serán las mismas; seguiré siendo
opositora al régimen que nos imponían secretamente, también continuaré pensando
que este gobierno es un cáncer en la política de Venezuela, y como acabamos de
ver hoy: curar el cáncer no es fácil. Ni con los mejores médicos, traídos desde
otros países hasta Cuba, el presidente logró vencerlo; eso también es una
lección.
Para mí tampoco hay luto; las estadísticas dicen que son más
de 155.788 asesinatos en Venezuela estos últimos años.
Allí no se cuentan los secuestros, las familias que se fueron
del país, las que se murieron de cáncer (o cualquier otra enfermedad) por falta
de un buen servicio de salud pública. No se cuentan esos niños que murieron al
nacer en esos hospitales poblados de enfermedad. ALLÍ NO SE CUENTA LA INFELICIDAD, LA DESGRACIADA Y EL DOLOR DE UN PUEBLO MERMADO.
Venezuela queda con otros cientos de miles de muertos, por
muchas razones.
Yo seguiré mi vida; mañana me gustaría asistir a mis clases y me vestiré
de los colores que desee. Cantaré el himno Nacional sin mayor solemnidad que
la de siempre, haciéndolo para honrar a mi país y no para un muerto de días. Lo
haré así porque cuando esos cientos de miles de personas murieron, así lo
hicieron los mandatarios del gobierno.
Si bien hay que dar el ejemplo, no daré más que el respeto
que merece esto; viéndolo todo como una obligación, un acto de estado.
Yo no estoy de luto; porque toda Venezuela NO ESTUVO DE LUTO
cuando esas personas murieron.
¿Acaso ellos valen menos? Eran personas, con familias, con
sueños, deberes y derechos; muchos eran incluso partidarios del gobierno,
aunque eso no cambia nada.
Para mí, sucedió algo que podía predecirse.
Yo no siento tristeza más allá de por mi querida Venezuela.
Y solo siento temor porque aparentemente la población no ha
aprendido; siento temor por el futuro de mi país.
Ojalá hayamos aprendido; mientras tanto, yo, Isabella
Urdaneta, continuaré pensando lo que siempre he pensado. Esto no es más que un
capítulo más en la triste historia de mi país.
Mi pésame a quien se sienta sufrido; mi apoyo moral a
aquellos que, como yo, estamos expectantes y temerosos.
Fuerza Venezuela; nosotros somos más que ese líder que nos
quisieron imponer.
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